jueves, 2 de junio de 2011

Tranvía a ninguna parte

¿A dónde va el nuevo tranvía de Murcia? Sencillamente, a ninguna parte.
Está claro que uno de los problemas acuciantes de las ciudades del presente es la movilidad. Los problemas de atascos continuos y la dificultad de los ciudadanos para ir de un sitio a otro, que complican su vida diaria.
A esto le unimos el enorme costo económico y ambiental que supone la movilidad privada, cada ciudadano con su coche a cuestas a todos sitios.
Resulta que hace siglos nos agrupamos en ciudades para ser más cómodos, eficaces y sociables… y ahora estamos justo en las antípodas de esas intenciones iniciales. Y hay que buscar soluciones, pero el Tranvía de Murcia, no es la solución.
El tranvía de Murcia es caro: 9 millones de euros nos costará a todos los murcianos durante 40 años en presupuestos municipales: total 360 millones de euros. Más de 20 euros por habitante y año que pagaremos por ese tranvía, sin usarlo. Porque si lo usamos, añadiremos un euro por trayecto, por pequeño que sea.
El tranvía de Murcia no va a ningún sitio: está diseñado para favorecer el negocio de una universidad privada donde acaba un extremo de la línea, y de un centro comercial, donde acaba el otro extremo. Eso, y también para que los propietarios del suelo donde se van a edificar 3500 viviendas junto a Nueva Condomina, tengan más facilidades para venderlas.
Ahora podrán poner el cartel: “viviendas a 5 minutos de Murcia en tranvía”.
El tranvía de Murcia no sirve a los murcianos: los murcianos que se desplazan diariamente de pedanías al centro, se quedan al margen. El gran polígono industrial del municipio, al margen. El gran hospital de la región, al margen. Las estaciones de tren y autobús, al margen.

Foto: (cc) Pedro J. Pacheco (no copyright)

El tranvía de Murcia no permite la intermodalidad. No hay consignas ni aparcamientos de bicicletas en sus paradas. Las paradas no están conectadas con paradas de bus urbano e interurbano; más bien al contrario. Las paradas de bus van por las orillas de las avenidas, y las del tranvía por el centro. El viajero deberá bajar, buscar un paso de cebra, cruzar, ir a la parada del bus, y esperar que pase… lamentable.
El tranvía de Murcia, no recupera el espacio público para el ciudadano. Más bien al contrario, le roba espacio público. Hemos visto en ciudades como Zagreb, Amsterdan, Sevilla, Vitoria y muchas otras, cómo se han eliminado los coches de grandes avenidas, y se han dejado libres para el peatón en su totalidad, y compatibles con la bicicleta y el paso de tranvías por ellas. Todo un ejemplo de nuevo espacio público para disfrute ciudadano.
Si el tranvía de Murcia es caro, no va a ningún sitio, no sirve a los murcianos, no permite la intermodalidad y no recupera el espacio público… ¿por qué se empecina nuestro alcalde en construirlo e hipotecar nuestro futuro económico y nuestras calles para los próximos 40 años?
Será mejor que le pregunten a él… pero dudo que nos dé la verdadera explicación que sólo él conoce.

domingo, 10 de abril de 2011

Mobbing hipotecario

Hoy quiero reflexionar sobre un reciente fenómeno social, en preocupante expansión en los últimos tiempos en la España de la crisis, y ahora también en la recuperación.
Asistimos con alarmante frecuencia a las noticias, día sí y día también, sobre afectados por las hipotecas, que son presionados, hasta límites insospechados, por sus entidades financieras para abandonar la vivienda en la que habitan.
Lanzados a la caza de los clientes a cualquier precio, durante la década dorada de la especulación y el boom inmobiliario, las entidades no tuvieron reparos en vender hipotecas a todo tipo de clientes, saltándose a la ligera cualquier análisis serio de riesgos, y lo que es peor, ofreciendo cantidades muy superiores a las que el valor de tasación real de las viviendas aconsejaba.
Una vez llegados a la etapa de la crisis, y con la bajada de los precios del mercado inmobiliario, han descubierto que el valor de las viviendas no cubre, en muchos casos, la deuda que los clientes contrajeron, y que ahora no pueden satisfacer, bien sea por disminución de ingresos, o situación de paro.
Resulta paradójico que la legislación en España no contemple la posibilidad de que un ciudadano se libere de una deuda, cuando ésta es exclusivamente de carácter hipotecario, entregando a la entidad financiera el bien inmueble que sirvió como garantía para la constitución del préstamo. Máxime cuando fue la propia entidad la que estableció el valor del bien (en función de la tasación), la cantidad a prestar, y las condiciones del préstamo.
Así, miles de ciudadanos se ven ahora impotentes ante la precaria situación en la que se encuentran, al no poder hacer frente a los recibos de la hipoteca. Intentan, la mayor parte de las veces en vano, negociar con su entidad unas nuevas condiciones, un aplazamiento o período de carencia, una ampliación de plazo… en definitiva, una nueva fórmula de financiación que les permita seguir pagando y no perder su vivienda.
Un bien inmueble que, por otra parte, la mayoría de las veces supone su primera y única vivienda, como domicilio habitual. Una vivienda que está reconocida como derecho fundamental en el artículo 47 de nuestra Constitución Española.
Por lo tanto, se ven abocados a perder su vivienda, mediante embargo o dación en pago, con los consiguientes desahucios. Y el calvario no acaba aquí, puesto que la vivienda no cubre el total de la deuda, y la entidad seguirá exigiéndoles el pago de la cantidad restante, de manera indefinida.
Lo más grave del caso no es este vacío legal a favor de las entidades, y en claro perjuicio al ciudadano más desprotegido. Lo peor de todo, por lo que cuentan los afectados, son algunas de las prácticas que en ocasiones, algunas entidades podrían haber puesto en marcha para perseguir, coaccionar, hostigar, amenazar y conseguir que los ciudadanos abandonen su vivienda y sigan pagando la deuda restante. Estas prácticas, de ser ciertas y verificables, estarían muy cercanas a aquellas que realizan los propietarios de las viviendas de renta antigua, para que sus inquilinos se vayan, en lo que se ha denominado ampliamente como mobbing inmobiliario.
Es por ello que me atrevo a definir el concepto de mobbing hipotecario como aquella serie de comportamientos que podrían efectuar en ocasiones, algunas entidades para acosar a sus clientes hasta que abandonen sus viviendas. Entre estas prácticas, según lo que cuentan en sus blogs los afectados, encontraríamos las llamadas constantes a los afectados, sus familias hasta grados lejanos, búsqueda y rastreo de información personal en redes sociales (facebook, twitter…), llamadas y visitas a los centros de trabajo, embargos preventivos, comisiones abusivas, adquisición obligada de nuevos productos bancarios…
Todo muy al estilo de las películas americanas de gansters.
Todo sin que nadie todavía haya tipificado como delito estas conductas, como ya se hizo con las del mobbing o acoso inmobiliario, puesto que afectan seriamente a la estabilidad personal de las familias, y a la pérdida de su vivienda, un derecho fundamental del que nadie debería verse desposeído sin explorar otras fórmulas.
Y sobre todo, sin tener en cuenta que quienes dieron el préstamo, y establecieron la cantidad, deberían ser responsables ahora de sus imprudencias en el pasado.
Mientras tanto, que alguien vaya pensando en tipificar el mobbing hipotecario.

domingo, 3 de abril de 2011

En vía muerta

En estos últimos días he tenido la ocasión de comprobar en persona, la auténtica chapuza que supone la nueva avenida Fica – Beniaján, que coincide con lo que yo ya había vaticinado y denunciado reiteradamente antes de su inauguración.
Quizá pueda parecer duro el calificativo que acabo de expresar, pero seguro que si me permiten detallarles el estado de esta vía, coincidirán conmigo en que todavía se le podría calificar más duramente.
Desde el equipo de gobierno llevan años vendiéndonos día y noche, y mucho más desde el fichaje de la nueva concejala de Medio Ambiente, que apuestan por la “movilidad sostenible”. Y digo vendiéndonos, porque poco más han hecho; y porque como vulgares charlatanes de feria, todo aquello que nos venden, resulta ser inútil o totalmente falso al llegar a casa.
Así la avenida recién inaugurada consta de dos carriles por sentido para vehículos de motor, y una escasa y reducida mediana que separa los dos sentidos de circulación.
Y nada más.
Aunque parezca increíble, después de tres años de retrasos en su inauguración, no se permite otro tipo de circulación que no sea en vehículo privado.
No dispone de un arcén lateral que permita paradas momentáneas, por cualquier avería o contingencia urgente. Tampoco dispone de un bordillo de remate o un quitamiedos que la separe de las huertas circundantes, a casi un metro de desnivel. Ya saben, cualquier salida de la vía, acabará seguramente con un vuelo raso hasta las copas de los limoneros, o en el mejor de los casos, podrá aterrizar suavemente sobre la plantación de lechugas más próxima.
La vía no dispone del prometido paso subterráneo en el cruce con la avenida Miguel Induráin, lo cual multiplica el efecto barrera que ya se producía en el Cruce de los Dolores, al llegar los vehículos desde Beniaján al semáforo que regula esta intersección.
Como si transitaran por el cuarto anillo del “Infierno Dantesco”, los coches están condenados a vagar de un extremo a otro reiteradamente, sin posibilidad de parar, dar la vuelta, o salir hacia otra vía. Y como en aquél anillo, lo harán eternamente, porque la actual quiebra económica de este ayuntamiento no augura nuevas inversiones para los próximos años.
Todo ello, en una vía exclusivamente diseñada para el vehículo.
Porque tampoco existen aceras peatonales. Parece increíble, pero no las hay. Les animo a visitarlo, porque parece mentira que una avenida urbana, que conecta barrios como el Infante Juan Manuel, y pueblos cercanos como Los Dolores, el caserío de La Azacaya o el Rincón de Villanueva, con la pedanía de Beniaján, en un tramo de apenas unos kilómetros, no disponga de aceras para el desplazamiento a pie, ya sea por ocio o necesidad.
Si hablamos de movilidad en transporte alternativo, nada bajo el sol. No existe carril bici, ni posibilidad de instalarlo. Qué fácil hubiera sido para miles de vecinos de Beniaján, ir a Murcia en bicicleta, en tan sólo unos minutos.
Tampoco hay carril bus, ni reserva para la instalación de un futuro tranvía. De eso nada. Los vecinos de Beniaján y la cordillera Sur, siguen con su autobús de siempre, por la vieja carretera, y no dispondrán de tranvía. Seguramente porque siempre han sido ciudadanos de segunda categoría para este gobierno municipal.
¿Dónde queda la movilidad sostenible, señora concejala de Medio Ambiente? Si toda alternativa al vehículo privado sigue siendo el vehículo privado. Si no solucionamos los atascos y las carencias de vías rápidas del municipio de Murcia. ¿Dónde queda?
Por eso creo que esta vía ya nace muerta, porque sólo es un by-pass de Los Dolores, que desemboca y muere en la misma carretera de toda la vida.
La prometida vía urbana a lo largo de toda la cordillera sur, sin atravesar los pueblos, seguirá esperando sine-die. A los pocos kilómetros de entrar en este anillo dantesco, una curva cerrada nos devuelve a la realidad de Murcia: la de las carreteras del s.XVIII, reasfaltadas, parcheadas, llenas de curvas y semáforos, y atestadas de vehículos y retenciones.

lunes, 28 de marzo de 2011

Un Territorio Compartido

Estimado lector, inicio hoy aquí esta andadura, con la intención de compartir una reflexión semanal, y ofrecer mi punto de vista sobre los asuntos relacionados con la realidad política y urbanística de esta Región, desde la triple perspectiva en que la contemplo: como arquitecto, como profesor de urbanismo en la universidad, y también como concejal socialista en el Ayuntamiento de Murcia.
Y escribo estas líneas, convencido de que uno de los principales problemas por los que atraviesa la Región de Murcia, es la ausencia de una política global de ordenación del territorio, diseñada y pensada para garantizar un crecimiento ordenado, sostenible económicamente para el futuro y respetuoso con el medio ambiente.
El territorio es el gran tablero de juego en el que se ha desarrollado la partida de la especulación y el enriquecimiento rápido que vivimos en gran parte de la última década, hasta que la caja se quedó sin dinero, y muchos jugadores se retiraron, o quedaron incapacitados para seguir jugando.
Y el gran problema es que muchos consideraron que esto no era más que un simple juego de comprar, vender, ganar dinero, ganar más dinero o ganar mucho más dinero. Sin tener en cuenta que mientras tanto, sobre el territorio se iba dibujando un nuevo mapa, una nueva cartografía, la representación pura y dura de la década especulativa.
Una cartografía fragmentada, aislada, mal comunicada, que ha agravado los problemas de índole urbano o territorial que planteaba nuestra región antes del inicio de la década especulativa.
Así, hemos creado nuevas bolsas de marginación y pobreza en barrios y zonas donde antes no los había, hemos dejado incomunicados núcleos de población, hemos creado grandes extensiones de suelo plagado de viviendas, sin carácter urbano ni rural, sin personalidad, sin alma, en definitiva, sin vida.
Y todo ello a base de un consumo de suelo excesivo y desmesurado, en ocasiones pasando por encima de zonas de alta protección y valor ambiental, productivo o arqueológico. Y lo que es peor, un nuevo modelo urbano, exclusivamente basado en el transporte privado y en el consumo de recursos naturales absolutamente inadecuado e insostenible.
Mega-urbanización en el medio de la nada. Gea y Truyols. Campo de Murcia.
Y ahora que la partida se quedó frenada, paralizada y casi anulada ¿quién limpia el tablero de juego? La respuesta es aterradora: el tablero de juego de la realidad, el territorio, no se puede limpiar. Las fichas son de hormigón, las casillas están asfaltadas, y los dados son miles de coches que deambulan de un sitio a otro día a día, consumiendo tiempo y recursos de los que ya no disponemos. En definitiva, este es el territorio, desolador, que nos ha quedado, el territorio de la especulación y la crisis.
Y los jugadores desaparecieron, ya no están. Por mucho que lo intentemos, no van a pagar la factura que nos dejaron.
Ahora es el momento idóneo para pensar, reflexionar y actuar, antes de que empiece una nueva partida. Ahora es el momento de cohesionar, limpiar, ordenar, hacer racional este territorio y aprender a vivir en él nuevamente.
Y éste es el territorio en el que se moverán mis reflexiones en este blog, un territorio que quiero compartir con mis lectores: un territorio compartido.